Fuente: Diario de Córdoba
Unos cien internos de la cárcel de Córdoba participan en el Aula de la Naturaleza
21/07/2010 - MANUEL RUIZ DIAZ
Hay un lugar en la cárcel de Córdoba donde si cierras los ojos y respiras profundamente, el olor a tierra húmeda y hortalizas frescas puede transportarte, aunque sea por un instante, fuera de los muros de la prisión.
El huerto de la cárcel ocupa una extensión de unos mil metros cuadrados, un trozo de tierra rodeado por muros coronados de alambre de espino donde se cultivan tomates, lechugas o pimientos.
Pocas cárceles tienen algo así, un huerto cuyo origen está en proyecto surgido hace nueve años, en el que estuvo implicado desde el principio Bartolomé Olivares, un conocido ecologista de Córdoba, impulsor de numerosas iniciativas relacionadas con el medio ambiente. Una de ellas, el Aula de la Naturaleza de la prisión cordobesa.
Desde el 2001 cerca de un centenar de presos por curso participan en el aula, que tiene una parte teórica y otra práctica.
En el huerto se desarrollan cursos de formación en los que participan los presos. "Llevamos ya cuatro promociones", señala Bartolomé Olivares, que añade que uno de los objetivos también es contribuir a la reinserción a través del trabajo. Por eso lamenta que aún estén esperando la respuesta de la Diputación de Córdoba a una "promesa" que hizo su propio presidente cuando visitó el huerto, comprometiéndose a contratar a algún interno en los viveros provinciales, a través de algún convenio.
Y es que por el Aula de la Naturaleza han desfilado numerosos y destacados personajes relacionados con el medio ambiente o la agricultura. Baste recordar las charlas de José María Montero, director del programa Espacio Protegido de Canal Sur; Juan Pablo Durán, secretario provincial del PSOE; Bartolomé Valle, presidente del observatorio provincial Agenda 2, o Leandro del Moral, presidente de la Fundación Nueva Cultura del Agua.
Tras la charla, es obligada la visita al huerto, donde las hortalizas crecen cultivadas con métodos ecológicos y el esfuerzo de los integrantes del Aula de la Naturaleza. Un trabajo que no cae en saco roto. Los productos de la huerta van a parar, cada semana, de la cárcel a un comedor social de la ciudad.