Fuente - Andalucía Diversa (Beatriz Peña)
En los veranos de mi niñez recuerdo que, cuando comíamos alguna sandía cultivada en el huerto de mi padre y salía rica, dulce y jugosa, mi madre recogía las pepitas y las ponía a secar sobre un papel. Lo mismo hacía con las simientes de los tomates, los pepinos, los melones o los calabacines. Una vez secas, se guardaban en un tarro que era etiquetado con el año y la variedad de la fruta u hortaliza a la que pertenecían. Selección de las mejores semillas para los cultivos próximos.
Los agricultores las intercambiaban o las vendían a sus vecinos que, conocedores de sus bondades, confiaban su cosecha a estas semillas seleccionadas. Esta ha sido la fórmula tradicional de conservación de las especies autóctonas y de protección de los cultivos tradicionales que han alimentado durante generaciones a nuestros padres y abuelos. Sin embargo, esta práctica cada vez es menos frecuente y cada vez será más complicada, debido, entre otras cosas, a la rigidez de las normativas y reglamentaciones.
La Unión Europea está trabajando en un nuevo reglamento sobre la producción y comercialización de semillas y las organizaciones agrarias y ecologistas han elaborado un documento en contra de una normativa que limita los derechos del agricultor a vender sus propias semillas y supone una amenaza para la biodiversidad agrícola.
En principio, la intención de la Comisión Europea es armonizar las normativas que rigen en cada uno de los Estados miembros. Sin embargo, los colectivos conservacionistas temen que las nuevas reglas pongan en peligro la red tradicional de intercambio de semillas y la consecuente pérdida de variedades autóctonas, al dejar de ser rentable esta actividad para las pequeñas empresas que viven de ella en los entornos rurales. Lo que se perdería, en definitiva, sería la soberanía alimentaria al depender de las grandes corporaciones para la compra de semillas.
Aunque, en principio, la propuesta europea no afectaría a la utilización de semillas en huertos y jardines privados, las organizaciones ecologistas echan de menos reglas adaptadas específicamente a la agricultura ecológica. Unas cuarenta asociaciones de toda Europa han elaborado un documento en el que plantean todas esta cuestiones poniendo de manifiesto la riqueza biológica que tenemos en nuestros campos y el deber que tenemos todos de conservarla.
La Red Andaluza de Semillas una de las entidades firmantes del manifiesto, viene desarrollando desde hace años un gran trabajo en nuestra comunidad para recuperar y conservar ese patrimonio ecológico y alimentario. Jornadas de información y formación, proyectos de investigación, actividades de sensibilización y un largo etc de propuestas para colorar en la preservación de nuestra riqueza natural.
La revista National Geographic trataba el tema el año pasado con un reportaje sobre la pérdida de especies de frutas y verduras como consecuencia del abandono de algunas variedades a favor de otras especies exclusivamente comerciales. Entre los datos que aportaba esta publicación se ponía de relieve, por ejemplo que el 90% de las variedades de frutas y verduras en EEUU han desaparecido. En China, el 90% de especies de trigo ha desaparecido. Y en Filipinas, de miles de clases de arroz solo persisten cien.